lunes, 21 de julio de 2008

El crimen como una de las Bellas Artes

El crimen, aceptamos como una de las reglas sociales que permiten la convivencia, es reprobable, punible y un síntoma de descomposición social. Establezcamos como acuerdo de partida que, difícilmente, la mayor parte de la población –personas estables, de mediana salud mental y la suficiente capacidad para resistir las frustraciones de la vida– cometería alguna vez un crimen, al menos no uno que implicara el asesinato, por ejemplo. Aunque no demos por descontado que todos, en algún momento, hemos planeado el “crimen perfecto”, ya sea motivados por venganzas ocultas o por el mero ejercicio imaginativo de saber qué tan bien saldríamos librados del asunto y hasta donde llegaría nuestra sangre fría.

Quizá por esto último, el crimen ha mantenido con el arte y la literatura una constante relación: sublimamos nuestros impulsos criminales al verlos realizados por personajes, ficticios o no, más allá del interés morboso que puedan despertarnos los detalles escabrosos de una muerte violenta, un robo, un atentado, etcétera.
De Quincey, con ácida ironía, consideró el asesinato mismo como un arte. Un crimen ha de tener una estética, decía, los detalles sangrientos quedan para el populacho, pero el hombre refinado debe buscar el detalle elegante que convierta al asesinato en una verdadera obra de arte.

Los ejemplos abundan: desde el Ensayo de un crimen que Buñuel filmó en el 55 basándose en la obra de
Rodolfo Usigli, hasta la primera novela de no ficción, escrita por Truman Capote, quien relató el asesinato a sangre fría de los cuatro integrantes de la famila Clutter en Holocomb, Kansas, en el verano de 1959, pasando por Jack el destripador – a estas alturas cuasi leyenda urbana que sigue inspirando a cineastas–, por la Medea de Eurípides, por la cruenta e impía Salomé. Y no olvidemos las imágenes de Enrique Metínides, el fotógrafo del desastre, cuyo ojo frío retrató a las victimas de accidentes de tráfico, electrocutados, ahogados, suicidas y parejas asesinadas, que ilustraron los diarios mexicanos La prensa y Crimen de 1940 a 1993.

De todos estos hilos que tejen la historia del crimen hemos compuesto este blog que, haciendo homenaje al humor con que De Quincey salpicó su teoría del asesinato como una de las bellas artes, también cree que “el asesinato es una forma de actuar impropia, altamente inadecuada […] Pues si un hombre se deja tentar por un asesinato, poco después piensa que el robo no tiene importancia, y del robo pasa a la bebida y a no respetar los sábados, y de esto pasa a la negligencia de los modales y al abandono de sus deberes. Una vez empezada esta marcha cuesta abajo, no se sabe nunca dónde hay que pararse.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Fascinante mi Adriana. Me intrigan. igual que a tí, estos reductos oscuros e insondables de la mente y el alma. ¡Muy bien amiga!

Ceteris Paribus dijo...

Lo prometido es deuda... heme aquí dispuesta a leer más sobre este tema que tanto me intriga.
Amenazo con regresar.