lunes, 21 de julio de 2008

Con tinta sangre. La nota roja

Asesinatos, incendios, dramas pasionales, suicidios, accidentes viales cuyos protagonistas son miles de cadáveres sangrientos, mutilados, con la expresión de la muerte aún fresca en los ojos, son la materia prima que compone la nota roja.

Este género despreciado por las buenas costumbres y el pudor, para quienes no consideran decente ni de buen gusto dar rienda suelta al
morbo, palabra latina emparentada con “enfermedad” por el malsano deleite en el horror, constituye un tipo de información que nos recuerda la fragilidad de la vida humana y el hecho ineludible de que en cualquier momento podemos encarnar la tragedia.

Y si bien las páginas de la nota roja son siniestros caminos con olor a sangre, para algunos reporteros destinados a cubrirlas, representan el lado más puramente humano de un periódico: ese que -alejado de discusiones políticas, de noticias de pactos y alianzas, de reconocimientos a figuras públicas y de partidos ganados o perdidos- aborda lo esencial. Y es que ¿qué más humano y democrático que la inexorable muerte?. Muchos más no buscan hacer su nota interesante a partir del morbo, de hecho ven las páginas rojas como un vehiculo de prevención; una suerte de recordatorio entre líneas que parece advertir: “conduce con cuidado”, “mira al cruzar la calle”, “contén tus pasiones”, “apaga el cigarrillo antes de tirarlo”, “no salgas de noche”, “no tengas amantes, no sea que pronto formes parte de las notas de muerte.

La buena nota roja está hecha del dolor y de la tragedia de la gente. La narración del hecho, la minuciosidad de la descripción, los detalles del suceso mismo, el perfil psicológico del autor del crimen y de su entorno. Nos estremece la descripción de la madre que llora con el niño muerto a puñaladas por el padre, tanto como nos espanta la que nos hace ver a otra madre arrancando con los dientes el cordón umbilical del hijo recién parido, que luego metió en una bolsa de basura y arrojó al canal de aguas negras. Intriga, odio, amor. El novio que acuchilló a la infiel y luego tuvo relaciones sexuales con el cadáver; el hijo que balaceó a padre, madre y hermana, revolvió cajones, pasó la tarde con sus amigos haciéndose de una coartada y volvió luego para reportar el atroz asesinato de su familia.

Quizá alguna vez la nota roja hasta nos deja comprender los motivos del asesino, pero sin duda, la descripción de los crímenes, suicidios y accidentes –asombrosos, indignantes, perturbadores, insólitos, chuscos– revelan también la moral, los valores, prejuicios, temores y esperanzas de una época.

Desde el “Siguióla, violóla y matola” popularizado por el periódico Alarma, hasta los actuales “Navajean a dos estudiantes durante fiesta”, “Mujer ebria mata a su vecina”, “Muere albañil al caer sobre varilla”, “Arrollada y muerta por auto fantasma”, “Matan a 11 en 12 horas”, “Hallan encajuelados con tiro de gracia” sabemos que si no hay muertos, no hay nota.

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